Hoy llueve en la noche, el aire fresco inmerso en tu humedad, inunda nuestra cama. No estás físicamente, pero te tengo entre mis sabanas. En tus olores que has dejado enredado en los vellos de mi barba, en la funda de tu almohada, en los restos de tu aliento que aún me susurran al oído el mortífero diagnostico ante la picada de un insecto. “Es muy grave. Es necesario extraer el veneno”. En tu sabor que aún se conserva en mis labios tras el beso que anunciaba “hasta mañana”. Cierro mis ojos, el sueño llega.
La noche me envuelve de tu aroma, mientras en tu lecho reconstruyes la noche de anoche con mi libro cerrado reposando sobre tus pechos y extrañando el cuento de dormir o el arrullo de mi canto mientras mis dedos retozan en tu pelo. Mi voz murmura en tus oídos el único tratamiento posible ante una histeria desmedida. “Es un tratamiento que puede durar años. Es necesario operar”. Mis manos te rodean por la espalda. Cierras los ojos, el sueño llega.
La noche es testigo, que dos cuerpos distantes pueden sentirse uno junto al otro. La noche nos invita, nos transporta a viajar en este sueño astral que hace posible que una noche que parecía eterna sin tus besos, nos diera esta sorpresa deseada.
Amanece. El canto de un ave me despierta mientras descorro de mi rostro la cortina que ha formado tu cabello. Tu sonrisa me ilumina. Estoy en tu cama y tú entre mis brazos.
Muy hermoso! se puede sentir al amado sin estar fisicamente, sentirlo con tal intensidad que late dentro de ti, es tu corazòn, por tanto, es tu vida.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Aurora