Tus ojos destilan un lenguaje de múltiples desdobles.
Con lentes, tu mirada expresa la intelectualidad de un universo diferente en donde no hay cabida a la insensata estupidez de los mortales.
Sin lentes, tus ojos hablan mil idiomas:
Al amanecer, aún soñolienta por el largo sueño de una noche, ilustras toda la ternura que hierve en tus cimientos y es el momento justo en que tu mirada incita a un placer sin condiciones, sin límites ni intrusos de moral de plásticos contornos.
Al medio día, tus ojos irradian tu sensatez, tu madurez, tu soberbia, tu osadía, mezclando historias, verdades y aventuras en el esplendido compendio de tu vida.
Al atardecer, cuando el sol quiere ponerse en un horizonte ya caduco, tu mirada esculpe compasiones, pasados no queridos, presentes añorados.
En las noches, cuando hablamos abrazados y desnudos en la sobremesa de un día de contrastes, el color pardo de tus ojos se torna casi negro, desdoblando la calma en osadía, el silencio en múltiples gemidos, el optimismo en placeres desmedidos y la cordura en una infinita lujuria de titanes.