Llegó la noche y la espesa lluvia con armónicos relámpagos, centellean la
oscura mancha que se ve tras la ventana. Las sensibles alarmas estallan ante el
ligero temblor que las activa. La quietud de la noche se transforma y provoca un
desvelo placentero cuando la lluvia entona su canto y el sueño se impone y
borra el triste insomnio que en el pasado esta misma lluvia provocaba.
Hoy la lluvia no deja esa sensación de soledad aún no estando solos. Hoy la
noche se ilumina a cada instante y entre ruidos, luces y el permanente torrente
que desciende desde el cielo, tú estás a mi lado, más dormida que despierta, no
sé si soñando o evitando moverte para no perderte un momento del místico regalo
que la noche te entrega.
Ahí estás y yo contemplo tus sueños. Quieta, pensativa, sonriente. No sé si
soñando o fingiendo soñar. No sé si despierta o evitando moverte por temor a
despertarme y romper el deleite divino que hoy las noches de lluvia, también me
provocan.
Aquí estoy y tú cuidas mis sueños. Quieto, tranquilo. No sabes si dormido o
despierto. Pero prefieres respetar mi quietud y esperar a que termine la lluvia
para después moverte involuntariamente y abrazarme…
Y después de la lluvia, acurrucados, entrelazando los sueños, mezclando
nuestro aliento, flotamos en la noche y dormimos placenteramente una más de
nuestras noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario