Todavía no amanece, pero estoy seguro que hoy te verás muy
sexy. Como también estoy seguro que te diré al verte cuando bajes a hacer el
café: “Amor, qué sexy te ves hoy”.
Y no me refiero al simple hecho de ponerte cachonda o
exhibir una sensual ropa de dormir, o percibir cierta picardía en tu mirada o
que bajes ya totalmente maquillada y hermosa al extremo que la sensualidad te
brote y te haga ver exageradamente sexy..., ¡no, no y no!
La cosa es más complicada. Hoy tu sexualidad se derramará
por tus poros aunque no te hayas ni
alisado el cabello, ni lavado la boca, ni te hayas puesto ese atuendo
transparente que muestra todas tus curvas. ¡No!... Lo podré oler. Me asusto
solo de pensarlo.
También estoy seguro que te sonrojarás mientras te lea este
poema que he escrito para ti. Incluso sentirás como la piel se te enchina con
el simple y común hecho de susurrártelo al oído.
Me dirás que me has llamado con rabia cuando al abrir los
ojos te diste cuenta que no estaba a tu lado, e imaginaste como posaba mis
labios en tus mejillas para decirte un “buenos días”. Que bajaste a buscarme y el
rico olor de un buen banquete te anunciará que todo ya está listo y que valió
la pena no verme a tu lado al despertarte.
Te emocionarás, me besarás, te contendrás unos breves
minutos mientras haces el café y una vez terminado me tomarás de la mano y me
invitarás a compartirlo a tu lado. Haremos nuestro rito, hablaremos de los
sueños que tuvimos en la noche, y por último me pedirás que te lea por segunda
vez el poema.
Y entonces, todos tus jugos se saturarán con tus deseos,
brotando como roca fluida, corriendo como lágrimas de un sexo que llora porque
quiere mi sexo...
La verdad hoy te sentiré extraordinaria, porque desde aquí,
esperando que despiertes e imaginándote abrazada a tu almohada, escribo estos
versos que al tocarte se convertirán en místicos orgasmos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario